Estas cifras reflejan que, a pesar de las oportunidades, las barreras estructurales siguen pesando. Muchas empresas aún no cuentan con los conocimientos necesarios para gestionar la complejidad de vender en el extranjero: normativas diferentes, impuestos, requisitos logísticos o culturales. Además, la inversión inicial para internacionalizarse, aunque más baja que en el pasado, continúa siendo un freno para numerosas pymes.
Las exportaciones digitales representan apenas un 16 % de la actividad exportadora total de las empresas españolas. Este porcentaje es inferior al peso de las exportaciones convencionales en la economía (en torno al 21 %), lo que evidencia que el comercio electrónico todavía no ha alcanzado su madurez como canal de internacionalización. En países como Alemania, Reino Unido o Francia, las cifras son mucho más elevadas, lo que subraya la necesidad de que España acelere en esta dirección.
No obstante, los expertos coinciden en que el margen de mejora es enorme. El crecimiento sostenido del ecommerce en todo el mundo, la digitalización de los consumidores y la mejora de la infraestructura tecnológica ofrecen un terreno fértil para que las empresas españolas den el salto. Lo que falta, según distintos análisis, es una estrategia más ambiciosa que combine apoyo institucional, formación y acceso a herramientas tecnológicas adaptadas a las necesidades de las pymes.
El futuro de la internacionalización digital dependerá de la capacidad de España para transformar intención en acción. Las empresas ya muestran voluntad de salir fuera, como demuestra el dato de que ocho de cada diez planean hacerlo en 2025. El reto es convertir esa intención en resultados concretos, aumentando la cuota de ventas internacionales y diversificando destinos más allá de Europa.
Fuente: Emprendedores