El informe pone de manifiesto un dato preocupante: solo el 5 % de las empresas españolas exportan actualmente. Este porcentaje es muy inferior al de otros países europeos, lo que indica una falta de cultura exportadora que frena la competitividad global del tejido productivo. Sin embargo, cuando se observa el segmento de las llamadas Empresas de Alto Crecimiento (EAC) —aquellas que logran incrementar sus ingresos o plantilla a un ritmo superior al 20 % anual durante tres años consecutivos—, la proporción cambia drásticamente: hasta un 35 % de estas compañías vende en el exterior.
La diferencia es abismal y muestra que la internacionalización actúa como catalizador del crecimiento. De hecho, los investigadores señalan que, si el porcentaje de empresas españolas que exportan se acercara al de las EAC, el número de compañías de alto crecimiento en el país podría pasar de las actuales 15 000 a unas 80 000. Un salto que transformaría el panorama económico y el nivel de competitividad global de España.
La internacionalización no es el único factor que impulsa a las EAC, pero sí se combina con otros tres elementos clave: la innovación constante, la adopción de estructuras empresariales más autónomas y flexibles, y la capacidad de atraer y retener talento. Juntas, estas características definen un perfil de empresa moderna, capaz de adaptarse con rapidez a los cambios del mercado global.
Un ejemplo de este modelo lo representa Mundimoto, una plataforma española dedicada a la compraventa de motos de segunda mano. La empresa no solo apostó por la digitalización como herramienta para mejorar la experiencia del cliente, sino que también se lanzó a abrir operaciones en Italia, lo que le permitió escalar su modelo de negocio y reforzar su proyección europea. Casos como el suyo ilustran cómo la internacionalización y la innovación se retroalimentan para acelerar el crecimiento.
No obstante, el estudio también señala barreras que frenan la salida al exterior. Entre ellas se encuentran la falta de recursos financieros, la complejidad normativa de algunos países y la resistencia cultural de ciertos directivos que perciben la internacionalización como un riesgo elevado. Para superar estos obstáculos, tanto PwC como South Summit insisten en la importancia de contar con programas públicos de apoyo, financiación adecuada y una mentalidad más abierta al cambio.
En este sentido, la colaboración público-privada se presenta como un factor decisivo. Iniciativas como las lanzaderas de internacionalización, los hubs de innovación y los programas de mentoría para startups pueden actuar como puentes que faciliten el salto a mercados exteriores. Además, los expertos señalan que la transformación digital y el auge del ecommerce ofrecen herramientas inéditas para que incluso las pequeñas empresas puedan vender más allá de sus fronteras con relativa facilidad.
En conclusión, el mensaje del informe es claro: sin internacionalización, el tejido empresarial español seguirá siendo pequeño y frágil frente a competidores globales. En cambio, si se logra aumentar el número de empresas exportadoras y acelerar su capacidad de innovación, España podría multiplicar por cinco su número de compañías de alto crecimiento, con el impacto positivo que ello tendría en empleo, productividad y proyección internacional.
Fuente: Cinco Días vía El País